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  • Brasil: los desafíos de la mano de obra en el campo 17/7/2018

    El primer desafío es cuantitativo: cada vez es más difícil encontrar ciudadanos que acepten enfrentarse al reto de trabajar en el campo. Muchos de los que allí se encuentran anhelan migrar a las ciudades. Quien ya está en la ciudad, difícilmente retorna al campo, incluso en un cuadro de desempleo, y no obstante ofertas de remuneración mayor.

    El segundo desafío es el de la calidad. La acelerada evolución tecnológica del agronegocio impone la necesidad de conocimientos cada vez más especializados. Y la dinámica acentuada de la evolución exige permanente reciclaje. La imposición de reglas de sostenibilidad para el agronegocio - sea ambiental, social o económica - exige una calificación aún mayor de quien acepta el trabajo en el campo.

    El fenómeno no es sólo brasileño. Las estadísticas de la FAO muestran que desde 2010 hay más personas en las ciudades que en los campos, revirtiendo una condición milenaria de la humanidad. Y la tendencia es inexorable, pues las proyecciones del Banco Mundial indican que habrá 3.400 millones de habitantes en el área rural del mundo en 2020, contra estimados 3.100 millones para 2050. Es decir, el 40% de las personas vivirá en el campo en 2020 y sólo el 32% en 2050.

    La reducción del contingente de habitantes en las áreas rurales confiere un impulso adicional a la automatización y a la mecanización de los cultivos, creando un círculo retroalimentador, en que menor oferta de mano de obra obliga a un incremento acentuado en la automatización, lo que, a su vez, reduce la demanda de mano de obra. Por otro lado, las tecnologías de automatización exigen profesionales cada vez más calificados. Al sumar los dos términos de la ecuación, tenemos que los salarios medios en el campo, para funciones equivalentes, serán mayores que los de la ciudad, con el bono del menor costo de vivienda y alimentación en el campo.

    La explicación teórica arriba es ratificada por números de la economía brasileña, como los datos de la PNAD continua del IBGE. Conforme a Felippe Serigati, economista del GV Agro que se inclinó sobre la PNAD, en 2017 la mano de obra empleada en el cultivo de la soja recibió, en promedio, R$ 2.610,48 mensuales, un salario un 26% mayor que la remuneración media de la población ocupada en todas las actividades en el país, en aquel año. Obviamente, tanto en un caso como en otro, hay una amplitud a considerar, con los mayores salarios asociados con mayores exigencias de formación, conocimiento, entrenamiento, habilidad y experiencia. En el caso del trabajo en el campo, las tecnologías de la naciente "agronomía digital" son las que exigen mayor calificación, por lo tanto con una remuneración más elevada. Esto incluye diversos procesos de agricultura de precisión, gestión de factores de producción, levantamientos y previsiones y la operación de sofisticadas máquinas agrícolas, como las modernas cosechadoras, plantadoras y autopropulsados.

    Serigatti observó que, entre 2012 y 2017, el número de empleos en el agronegocio se redujo el 1,9% al año. Por el censo del IBGE, eran 19,7 millones en 2012 y 18 millones en 2017. Renato Conchon, coordinador del Núcleo de Economía de la CNA, ilustra con otros números, mostrando que la parte de la mano de obra empleada en el agronegocio disminuyó del 32% 2014) al 19% (2017). Específicamente en la agricultura, hubo una retracción del 5% al ​​año en las contrataciones. En el período 2014/17, la cosecha de granos aumentó un 45%, pasando de 161 a 234 millones de toneladas, de acuerdo con la Conab, lo que demuestra un enorme avance en la productividad de la mano de obra, compensando su escasez.

    Desde la década pasada, la tendencia de mejora de la calificación de la mano de obra era percibida en el seno de las cadenas del agronegocio, mientras que la informalidad se reducía acentuadamente. Fue lo que comprobó el análisis de la PNAD efectuada por Serigatti, con una caída del 3,4% al año en el número de empleos informales, entre 2012 y 2017, mientras que los empleos formales se redujeron el 1,4% a. Esta tendencia ayudó a consolidar la mejora del salario medio real en el período, que creció un 7% por encima de la inflación, mientras que la remuneración de los empleos urbanos creció el 4,6%. En el año 2014, el 33,6% de los empleados en el agronegocio recibía un salario mínimo, índice que se redujo al 29,8%, en 2016. En el mismo período, hubo una reducción de los empleados con dos o menos años de estudio, pasando de 34, 4% para el 32,3%.

    Los números muestran que el desempleo es, cada vez más, un fenómeno urbano - en el campo rige el fenómeno inverso, la falta de mano de obra. Y la tecnificación acelerada del campo exige cada vez más calificación. De forma consecuente, se verifica que el desempeño de la economía del interior del país, en regiones con mayor peso del agronegocio, el PBI creció el 3,7% al año. En el mismo período, el crecimiento del PBI de las regiones metropolitanas fue del 2,5% a. Lo que reafirma otra máxima: es el agronegocio que está manteniendo a Brasil en la superficie y fue quien evitó el naufragio durante la profunda recesión del último trienio.

    Las modificaciones en el perfil de la mano de obra en el campo están directamente asociadas con las exigencias de la sociedad moderna, enmarcados por la búsqueda de sustentabilidad en la agricultura. La atención a las cuestiones ambientales y laborales pasa a ser un prerrequisito para la producción agrícola. En particular, se persigue el aumento de la productividad, por la necesidad de mayor eficiencia económica y por las restricciones para expansión de áreas para producción.

    Este conjunto de requerimientos remite las demandas a diferentes instituciones de la sociedad. Los líderes del agronegocio claman la alineación de las instituciones de investigación y desarrollo con la nueva realidad y la dinámica del agronegocio, al tiempo que, más que nunca, se percibe las deficiencias de las instituciones de asistencia técnica oficiales. La evolución tecnológica exige adaptación urgente del currículo y de las menes disciplinarias de los cursos de Ciencias Agrarias de nuestras Universidades, para poner en el mercado a los profesionales que son exigidos por el nuevo nivel tecnológico, cuyo icono es la Agronomía Digital. La calificación de la mano de obra del campo es el fulcro de la misión del SENAR, de quien se espera que sea una piedra basal del éxito del agronegocio. De la adecuación institucional depende la ecuación de los dos grandes desafíos de la mano de obra en el campo, a lo largo de las próximas décadas.

    traducido y extractado por el OCLA nota de Decio Luiz Gazzoni, Miembro del Consejo Científico Agro Sustentable (CCAS), Ingeniero Agrónomo e investigador de la Embrapa