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  • Perspectivas Económicas Mundiales de la OCDE 1/6/2021


    EDITORIAL: Una recuperación fuera de lo común

    Nos reconforta comprobar que las perspectivas económicas están mejorando, pero nos preocupa que lo hagan de una forma tan dispar. El crecimiento mundial sigue recuperándose pese a los nuevos rebrotes del virus, menos frecuentes, pero más dispersos por el mundo.

    Prevemos que el producto global crecerá casi un 6% este año, un  auge impresionante  tras la  contracción del  3,5% de  2020. Aunque  la recuperación permitirá que la mayor parte del mundo retorne a niveles prepandémicos de PIB para finales de 2022, esto dista mucho de ser suficiente.

    La economía mundial permanece por debajo de su trayectoria de crecimiento previa a la pandemia y son demasiados los países de la OCDE en los que a finales de 2022 no se habrán alcanzado los niveles de vida esperados antes de la pandemia.

    Las contundentes medidas de política han sentado las bases para la recuperación sanitaria y económica. Dieciséis meses después del inicio de la pandemia, muchos países controlan mejor los nuevos brotes del virus.  Los  gobiernos  han  administrado  cerca  de  2.000  millones  de  dosis  de  vacunas,  y  la  capacidad mundial  de  ensayo,  producción  y  administración  de  vacunas  ha  mejorado  rápidamente. 

    La  red  de protección que los gobiernos han desplegado con sus políticas no tiene precedente  y ha preservado el tejido  económico,  empresas  y  empleos  en  la  mayoría  de  las  economías  avanzadas  y  en  algunas economías emergentes. Nunca antes las políticas públicas habían proporcionado un apoyo tan rápido y eficaz  en  una  crisis —en  el  ámbito  sanitario,  con  el  desarrollo  de  vacunas  en  tiempo  récord,  y  en  los frentes  monetario, fiscal  y  financiero—.

    Como  consecuencia,  el  sector  manufacturero  está  creciendo rápidamente, el comercio de mercancías repunta con fuerza a medida que las fronteras se reabren, y los viajes se están reanudando poco a  poco. Además, la reapertura trae consigo un fuerte  incremento del consumo y de las horas trabajadas. Esto es muy alentador, ya que debería limitar las secuelas de la crisis.

    No obstante, persisten demasiados factores adversos.

    Resulta sumamente inquietante que no estén llegando suficientes vacunas a los países emergentes y de bajos ingresos. Esto expone a estas economías a una grave amenaza, porque tienen menos capacidad para  apoyar  la  actividad económica que  las  economías  avanzadas. Si  el  virus  provocara un  nuevo debilitamiento del crecimiento, este sería más difícil de amortiguar y causaría nuevos incrementos de la pobreza extrema e incluso posibles problemas de financiación soberana si en los mercados financieros se dispararan las alarmas. Esto resulta aún más preocupante porque, dejando a un lado el impacto sobre las vidas y los medios de subsistencia, el costo económico y social a escala mundial de mantener cerradas las fronteras hace que parezcan insignificantes los costos de ampliar el acceso de estos países a vacunas, pruebas diagnósticas y suministros sanitarios.

    En términos más generales, mientras la gran mayoría de la población mundial no esté vacunada, todos nosotros  seguiremos  siendo  vulnerables  a  la  aparición  de  nuevas  variantes.  La  imposición  de  nuevos confinamientos y la intermitencia de las actividades económicas podrían socavar gravemente la confianza. Las empresas, hasta ahora bien protegidas pero a menudo más endeudadas que antes de la pandemia, podrían  quebrar.  Los  miembros  más  vulnerables  de  la  sociedad  correrían  el  riesgo de  sufrir  períodos prolongados de inactividad o reducciones de ingresos, lo que agravaría las desigualdades, tanto dentro de los países como entre ellos, y podría desestabilizar las economías.  

    Un nuevo riesgo que está suscitando mucho debate es la posibilidad de un ascenso de la inflación. Los precios de las materias primas han subido rápidamente. Los cuellos de botella en algunos sectores y las perturbaciones del comercio están generando tensiones en los precios. Estas perturbaciones deberían de empezar a  desaparecer  a  finales  de  año,  a  medida  que  la  capacidad  de  producción  se  normalice  y  el consumo recupere el equilibrio, con un aumento del consumo de servicios en detrimento del de bienes.

    En los mercados de trabajo continúa habiendo mucha holgura, lo que limita el crecimiento de los salarios. Así las cosas, estamos seguros de que, mientras las expectativas de inflación sigan bien ancladas y el crecimiento de los salarios permanezca moderado, los bancos centrales continuarán vigilantes pero no reaccionaran a estas subidas de precios temporales.

    Lo que es más preocupante es el riesgo de que los mercados financieros sí reaccionen ante las subidas temporales de los precios y los ajustes de los precios relativos, lo que provocaría un ascenso de los tipos de interés de mercado y de la volatilidad. Hay que estar vigilantes.

    Cuando se produzcan cuellos de  botella  en sectores  con una  elevada concentración  de la producción, como  los  chips  electrónicos,  y  esto  ponga  en  peligro  grandes  partes  de  la  cadena  de  suministro,  los gobiernos  deberían  hacer  todo  lo  que  esté  en  su  mano  para  reducir  esas  tensiones,  mediante  una intensificación de la cooperación en materia comercial y medidas encaminadas a diversificar las fuentes de suministros.

    Una de las principales lecciones de esta crisis es la necesidad de prestar más atención a la resiliencia de las cadenas de suministro, como demuestra la escalada de precios en sectores en los que la producción está excesivamente concentrada.

    En términos más generales, los gobiernos también tienen un papel  que  jugar para  afrontar  los  riesgos  de  inflación aplicando  políticas  que  eleven  el crecimiento del producto potencial y refuercen la competencia y el comercio. Ahora  que  los  países  navegan  hacia  mejores  perspectivas,  sería  peligroso  creer  que  los  gobiernos  ya están  haciendo  lo  suficiente  para  lograr  un  crecimiento  más  fuerte  y  de  mejor  calidad,  especialmente teniendo  en  cuenta  el  objetivo  de  descarbonización. 

    Proporcionar  apoyo  flexible  y  condicionado  a  la evolución de la economía a ciudadanos y empresas es esencial para anclar las expectativas de que el apoyo fiscal continuará y se focalizará, hasta que las economías hayan retornado o se acerquen mucho al pleno empleo. En particular, es crucial apuntalar los balances de pequeñas empresas viables por medio de aplazamientos de impuestos o subsidios.  

    También resulta esencial que se ponga en marcha suficiente inversión pública para las transiciones digital  y ecológica y que los fondos se gasten de forma rápida y eficiente. Esto también contribuiría a fomentar la inversión privada en los citados ámbitos. Por último, para reforzar  la confianza se deberían dar señales de que se va a establecer un marco fiscal claro, eficaz  y sostenible y de que se están elaborando planes fiscales a medio plazo. Estos deberían estar basados en evaluaciones  del  gasto público, para  garantizar  que  las  prioridades  se  ajustan  a  los  objetivos  y  a  las necesidades de los ciudadanos, así como en revisiones de los impuestos, con el fin de que el sistema tributario sea justo, eficiente y progresivo.

     La economía mundial navega actualmente hacia  la recuperación, con múltiples fricciones.  El riesgo  de que no se alcance o no se generalice un crecimiento pospandémico suficiente es elevado. Esto dependerá en buena medida de la adopción de marcos de política flexibles y sostenibles, así como de la calidad de la cooperación internacional.



    – Económic Outlook mayo 2021 – Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico - OCDE